31.10.11

“Un rinconcito de Misiones en Buenos Aires”

Esta historia que a continuación podrán leer, fue enviada por la Profesora Adriana Lorenzo con la idea de que sea publicada en la revista que se está construyendo.
Y como me pareció muy interesante, decidí compartirla con todos los docentes que nos visitar en la sala de maestros.
Asustado, sin fuerzas, trasladándose en sillita de bebé cuando ya tenía seis años, sin entender demasiado, un día pasó de estar en su casa aireada, soleada, con plantas, animales, mascotas, abuelas, primos, amigos… a vivir entre un cuarto de hospital y un cuarto de pensión ; dejando atrás una vida de juegos, salud y travesuras. Así arribó, atónito, a Buenos Aires. Estudios, pinchazos, placas, remedios, sábanas blancas, hacinamiento, miedo; lo inexplicable de la enfermedad invadió la vida de este niño y su familia.
Allí llegamos… en el año 2010, la “Domi 2 “,  a esta fotografía de la vida de Axel. Así comenzó su escuela primaria, de la mano de una vicedirectora, una maestra de grado y profesoras de tecnología, plástica y música.
De a poquito la clase fue pasando de la cama a la mesa; del upa de la mamá a la silla; de la mamá al lado, a la mamá en otro lado; del juego al cuaderno; de los cuentos a otros textos; de los dibujos a las letras; de las monedas a los números, del lápiz a la lapicera, del cuaderno al teclado, del susto a la confianza, de la pena a la sonrisa y de la sonrisa a la carcajada. Ida y vuelta, tiempo a tiempo, tres pasitos para adelante, un pasito para atrás. Una lazada, un punto; un entramado  artesanal en donde la tarea, el cariño, el deseo, la imaginación y el  convencimiento nuestro y de la familia de que la escuela es un lugar constituyente de la infancia; dieron marco y contención a las emociones y a las ganas de aprender de este chiquitín. Ser niño es ser alumno.

Muchos fueron los relatos de Axel sobre la belleza del jardín de su casa en Misiones, sobre la vivencia de arrancar un fruto del árbol e inmediatamente llevárselo a la boca, sobre las largas siestas calientes del verano, sobre trepar  y correr. Esta nostalgia se convirtió en hermosos relatos y en caricias. “ Yo amo a las plantas” me dijo el día que preparamos los germinadores.

Entre diálogos, mimos, agua y luz las semillas se convirtieron en plantas, la maravilla de la vida se abrió paso en la ventana de su habitación.Cada día habló con sus plantas; cada día las proveyó de la humedad necesaria; cada día acarició,con la suavidad del que sintió el dolor en el cuerpo, las tiernas hojas que asomaban; cada día se emocionó pensando en este pequeño puente vegetal entre el patio de la pensión y el jardín de su casa en Montecarlo.
Ahora sus plantas, ya en macetas, se van para Misiones a seguir creciendo con Axel en esa hermosa tierra colorada, donde el sueña regresar y gritar con todas sus fuerzas que está de vuelta.

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